sábado, 28 de septiembre de 2013

Barcelona

Por fin llegamos a casa. Menudo domingo me has dado. Todo el día arriba y abajo, sin apenas descanso. Les has cogido un vicio a esta ciudad que no es normal.
Bah, sabes que no hablo en serio. Adoro esta ciudad casi tanto como a ti, y os disfruto a ambas cuando os tengo juntas.
Te veo mirar y guardar las cosas que hemos traído de nuestro maratoniano paseo y me sigo sorprendiendo de como hemos llegado a esto, de como se han cruzado así nuestras vidas.
Canturreas despreocupada y preciosa, mientras me vuelve a la mente la fecha tan cercana y que tanto me está robando el sueño.
Nuestro cumpleaños viene, y tengo todo listo para darte el mejor día que puedas recordar, el día de una princesa, de una reina, de mi reina. Y eso que no ha sido nada sencillo.
Con el tiempo que llevamos juntos me ha dado tiempo de regalarte casi todo lo relacionado con arte o el Dr Who (salvo el propio Doctor, que nunca te regalaré, ya que me abandonarás por él nada más entrarlo por la puerta, y claro, no).
Realmente son unos cuantos años, ya. Suena a tópico gastado, pero estás tan preciosa como el día que me enfrenté por primera vez a esa de mirada de hielo, el hielo más ardiente y pasional que jamás hubiera imaginado. Dulces y salvajes años de sorpresas y deliciosa cotidianedad.
Segundos de pensamientos que me parecen horas explorando nuestro mundo, pero que son suficientes para que te rías de mi desconexión de la Tierra. Adoro esa sonrisa y ese sonido.
Te acercas, me besas con familiaridad y tras anunciar que te vas a meter en la ducha, dejas tras de ti una mirada de deseo cargada de intención y lujuria. No me hace falta más y me encamino raudo detrás de ti, agarrándote ya de la cintura y devorando tu cuello.
Pierdo la cuenta de las veces que hacemos el amor al cabo de la semana, y de las formas y lugares de la casa donde nos hemos devorado y vuelto locos de deseo y amor, pero no importa donde, cuando ni como. Tras todo el tiempo juntos, sigo con la misma sensación que tube la primera vez que nos besamos, que nos devoramos, que nos fundimos, que nos hicimos el amor. La sensación de conocer cada rincón de ti tanto como tu conoces cada parte de mí. La sensación de tocar, lamer y morder en el lugar justo en el momento preciso. La sensación de ser tuyo desde el primer contacto de tu mirada y la primera caricia de tus labios. Soy tuyo.
La ducha está siendo movida y salvaje, pero con ese salvajismo contenido por el amor. Hoy no hay gemidos descontrolados bajo el agua, ni formas bruscas de tomarnos. Hoy sigo cada parte de tu piel con dedos y boca. Aprendiéndome otra vez cada rincón de tu cuerpo, como leer un libro que conozco, o ver una película de la que me aprendí los diálogos. Pero esta película no me cansa, no me agota. Siempre la quiero más y más y a todas horas.
Un día me dijiste que no sería capaz de aguantar-te, que no eras una persona fácil, que era complicado vivir contigo. Desde hace 6 años he disfrutado cada día contigo, he gozado cada experiencia y he vivido con placer cada día hasta llegar a todos estos años que han pasado como una semana a tu lado. Haces de la vida algo efímero de puro placer, deseando descubrirlo todo contigo ¿No hay días malos en nuestro mundo? Claro que los hay, pero todo el placer de vivir contigo los convierten en una oportunidad para luchar por ti, estar a tu lado por ti.

Ya hemos salido de la ducha tras 40 intensos minutos y mientras meditamos que vamos a cenar, me siento, apoyo mi cabeza en el respaldo del sofá, reflexiono sobre todo este torbellino de cosas que han asaltado mi mente, y no tengo más remedio que sonreír.

Caí

Me has recibido con nada más que una larga camiseta que cubre hasta la mitad de tus muslos, sobre los que podría estar horas hablando y aún más tiempo degustándolos.
Aunque no han sido tus piernas lo primero en ser probado por mis deseosos labios.
Me has hecho pasar y te has girado. En ése momento, y tras cerrar la puerta te he cogido por la cintura desde atrás y he besado tu cuello y tus orejas.
Me lleno de tu olor mientras mis manos recorren tu cuerpo sin pararse en ningún sitio aún. Como por accidente levanto tu camiseta y mis manos no pierden el tiempo a agarrar tus pechos, acariciarlos y endurecer entre mis dedos tus deliciosos pezones.
Giras tu cabeza y nos devoramos la boca con hambre casi animal. Tus labios y tu lengua me enloquecen.
Escapas de mi presa y te metes en tu habitación. Te sigo y el espectáculo que me encuentro me hiela entero y me enciende por dentro.
Encima de tu cama, desnuda y con las piernas abiertas de par en par. Acaricias tu cuerpo, sabiendo que eso me pone animal. Eres puro morbo.
Abres tus piernas y te empiezas a masturbar suavemente mientras me miras y observas también como me está excitando este espectáculo matutino.
Me relamo los labios viéndote y tu me preguntas “¿No tienes hambre, mi amor? Pues devórame”. No lo pienso ni un segundo más. Ese segundo es el tiempo que tardo en llegar entre tus piernas y hundirme en tu dulce y ansiado coño. Tu precioso y delicioso sexo que como, muerdo y lamo como si no hubiera otra mañana en la que desayunarte. Me impregno de su sabor y su olor, como si fuera la última vez que lo gozaré. 
Mi lengua sigue penetrando tu cuerpo y degustando las mieles de tu delicioso coño, que devoro con frenesí. 
Sin duda los efectos de mi voracidad ya empiezan a notarse. Aprietas mi cabeza con piernas y manos, mientras tus jadeos se tornan gemidos que piden más y más mientras te corres sin tregua y de forma explosiva. No aparto ni un centímetro mi boca de tu húmedo sexo, degustando ahora tu orgasmo con sed voraz.
Una vez terminado el éxtasis, me agarras del cuello, me subes y me dejas sin aire con el beso más animal, salvaje y hambriento que recuerdo. 
Tras un jadeante suspiro, me pides que te lo haga, que te folle como lo hice anoche. Asumido mi nuevo rol en este nuevo mundo, te cojo y te pongo encima de mí. “No, tú me vas a follar a mí”. Sonríes maliciosa. Te encanta que te dé el control, que te de el mando y sea tuyo sin reservas.
Me tumbo, te pones encima de mí, y sin más preámbulos abres tus piernas y te montas encima de mi ya muy dura polla, que te desea tanto como te deseo yo.
Te dejas caer. Tras mi devorada, tu coño está húmedo y abierto, y te penetras sin dificultad hasta el fondo. Me estremezco al sentirme dentro de ti. Cálida y húmeda, empiezas un vaivén que me enloquece. 
No hay previas, no hay calentamiento. Te mueves con soltura, cada vez más salvaje. Pones tu mano en mi nuca y me levantas, mientras tu otra mano sujeta tu pecho que me ofreces para que beba de él. Meto tu pecho entero en mi boca y lo saboreo. Delicioso y deseoso, lo lamo y chupo. Endurezco tu pezón con mi lengua. 
Todo sin dejar de golpear tu cuerpo con el mío con dureza, con fuerza. Siento cerca el orgasmo y eso acelera mis caderas.
Conoces mi cuerpo mejor que yo mismo y aceleras tus caderas para hacerme estallar. No deseo el orgasmo aún, pero tú quieres hacerme correr ya, solo por el poder de saber que me controlas. No puedo hacer nada contra ese poder, nada.
El éxtasis se acerca y lo aviso entre gemidos “Me voy a correr”. Jadeando y con una voz melosa y llena de lujuria me susurras “Hazlo. Córrete dentro de mí”. No necesito más. Tras escuchar esa frase, estallo sin remedio y entre espasmos y gemidos lleno tus entrañas de mi orgasmo. 
Quedo tumbado y rendido en la cama, y tú, preciosa y desnuda, encima de mí. Me parece bien.

jueves, 15 de marzo de 2012

No lo puedo creer.

No me lo puedo creer. Al fin la tengo delante y el espectáculo es sublime. Pierdo el tiempo intentando contar las noches que mi alma se estremecido por esos ojos.
Horas y horas de texto escrito mientras ella saltaba juguetona entre las líneas que no eran mías, eran suyas. Y por fin la tengo delante y dispuesta a hacerme subir al cielo, donde se que me hará subir.
Acerco mi mano a su hombro desnudo y me detengo un instante antes de tocarla, eternizando ese segundo por el miedo a no ser digno de tocarla. Pero lo hago y el tacto de su piel eriza la mía de la misma forma que se lo provoco a ella con mis caricias.
No puedo esperar ni un segundo más y la beso profundo pero muy tierno. Un equiliprio que solo puede salir de la desesperación y el deseo por saborear cada instante.
Su pasión me corresponde y toda la delicadeza de los primeros segundos se desvanece en un beso de deseo y ansia, pero no dejamos que nos consuma. Tengo ante mi el cuerpo desnudo de una mujer que es casi como una diosa y no pienso perder el control.
La beso. Me tomo mi tiempo. De sus labios perfectos a su cuello. De su cuello a sus preciosos pechos, perfectos, deliciosos, el paradigma del deseo que recorro sin prisa, saboreando cada centímetro y haciendo que se estremezca de impaciencia.
De sus pechos a su vientre, y tras pasar el umbral de su ombligo me pierdo entre sus piernas y desato en ella el frenesí, el deseo, el juego, la pasión. En definitiva, el placer.
No saldría de ese paraiso jamás. Bucearía en ella probando las mieles de su placer sin dejar de deleitarme con ellas. Es perfecta.
Noto como tensa su cuerpo, arquea la espalda y posa sus manos en mi cabeza para que no abandone mi tarea a las puertas del cielo, y no abandono. Extasiada me mira entre tierna y desatada. Nunca me canso de esos ojos ni de esa mirada.
Nos fundimos en un beso que es casi todo pasión. Ha llegado el momento. Va a ser mía y yo suyo. Sin remediarlo ya he caído y de aquí no quiero salir. La deseo.

El Llanto del Duende

Podría decirte que este cuento va sobre una chica como tú, risueña, tierna y con unos ojos que te hielan mientras ardes por dentro, pero no. Este cuento va sobre un duende cuyas travesuras pasadas le hacen pagar un precio demasiado alto.

Estamos en un pequeño pueblo del centro de la España medieval, cerca de la villa de Madrid. Rodeado de frondoso bosque y con solo un camino que lo atraviesa este pequeño pueblo dispone sus casas muy cercanas entre si. Como si sus habitantes se agolparan unos encima de otros para huir del horror y el misterio que ocultan los árboles.

Pero no todas las casas están amontonadas. Apartada del bullicio casi urbano del pequeño pueblo se halla una antigua granja en la que vive una hermosa joven.

Silenciosamente apartada de unos vecinos que recelan de su pasado goza de la vida sencilla y afortunada tras la terrible devastación sufrida.

Siendo una niña la guerra le arrebató a su padre y años más tarde fue la Peste quién apartó de su lado a su hermano y a su madre. Tras quedarse sola la muchacha fue víctima de algo sorprendente: ni hambre ni enfermedad la volvieron a afectar. Si enfermaba una noche volvía a estar fresca como una flor por la mañana, si el pueblo sufría hambruna ella tenía el granero lleno, si la sequía devastaba las tierras su pozo jamás se secaba.

La gente del pueblo sospechaba de ella. Algunos decían que tenía poderes, otros que era una bruja protegida por el Diablo. Y lo cierto es que estaba protegida, pero no por el Diablo sino por un duende.

Los duendes son seres esquivos que no gustan de tratar con humanos, pero este era diferente. Oculto entre los árboles la observaba, se deleitaba de su belleza que le fascinaba y a la vez le aterraba. Verla sonreír era el único consuelo que este duende tenía en el pasar de sus días.

Durante su juventud el duende fue extremadamente travieso, malvado en algunas ocasiones. Molestaba a humanos y criaturas del bosque por igual. Su exceso de alegría incontrolada le acabó llevando a la desgracia.

Una oscura noche las travesuras del duende se cruzaron con una terrible bruja. Desatada en ira y cólera la bruja maldijo al duende y lo condenó a mil años de desgracia, horror y esclavitud. Des de aquel día el duende jamás volvió a sentir el menor resquicio de alegría. Su corazón dejó de palpitar caliente para dejar paso a un gélido latido de dolor. Hasta que ella apareció y como una manta cálida sintió un impulso por toda la espalda que le recordó que un día fue feliz. Ella era su única prueba de ello.

Cuando la bruja se enteró de la fantasía del duende tuvo claro que debía terminar con aquello. Para poner a prueba la lealtad del duende le mandó desangrar a la muchacha lentamente hasta matarla con excusa de un ritual.

El duende no tuvo más remedio que aceptar el mandato pero al hallarse delante de la figura de ella todo el valor para la tarea cedía a la ternura y a la pasión por aquella criatura. Eso no agradó nada a la terrible bruja, que llena de furia decidió vengarse del duende por su insolencia.

Una noche en la que las malas cosechas atacaron el pueblo el duende lo dejó todo para cuidar a la chica. Mientras llenaba amparado por la oscuridad y el sueño de su amada el granero de provisiones la bruja despertó mediante sus artes a la muchacha y la encaminó hacia el granero. Cuando ella llegó, sin comprender como lo había hecho se dió cuenta que no estaba sola. Escondida entre sacos espió al pequeño duende y comprendió que él era el responsable de que jamás le faltara de nada.

Cuando el duende se percató de su presencia se quedó helado. El pánico se apoderó de él y cuando esperaba gritos y violencia la chica se abalanzó sobre él y lo abrazó. Entre mimos y gratitudes el duende creía morir de alegría. Otra vez volvía a sentir ese calor, otra vez volvía a sentir vida.

Creyendo haber desmantelado el plan de la bruja para desgraciar más su vida el duende disfrutó esas semanas cuidando de su amada ahora con la bendición de esta que lo mimaba y le demostraba su cariño. Pero tras la resplandeciente luz se hallaba la sombra de la oscuridad.

Una noche el duende salió al bosque a por leña para su princesa que aguardada en su habitación leyendo un libro de cuentos regalo del duende. En un momento dado la muchacha empezó a oír ruidos en el sótano. Bajó rauda esperando encontrar a su duende cargando el sótano de leña. Pero cuando llegó abajo lo que encontró fue una imagen que la devastó: En el suelo estaba el cuerpo de su hermano completamente desfigurado por la enfermedad y con la expresión más aterradora de dolor y horror. La chica sintió su corazón helarse y sus pensamientos romperse en mil pedazos por el terror.

Cuando el duende volvió a la casa se encontró a su amada rota de dolor y en mar de lágrimas. Tras unas horas consiguió calmarla y meterla en la cama para que descansara, pero una vez más las imágenes de tormento volvieron a la mente de ella. Escenas de horror inimaginables. La visión de su padre caer torturado en medio de la vorágine de la guerra golpeaban y amenazaban la ya delicada cordura de la joven.

El duende desesperaba sin saber como remediar ese dolor hasta que al fin comprendió. En mitad de la noche apareció la bruja para jactarse de su obra. El duende le suplicó que parara, que aceptaría pagar el precio que fuera por su insolencia. La bruja le miró sonriente y dijo “ya estás pagando por ello” y se desató en una terrorífica carcajada. El duende, lleno de ira se abalanzó sobre ella empuñando su cuchillo pillándola por sorpresa. Hundió la hoja en el corazón de la desalmada mujer y en ese momento ella le miró a los ojos y con su último aliento dijo “paga ahora todo el precio por tu traición” y acto seguido se desplomó muerta en el suelo.

El duende sintió alivio. Al fin podría disfrutar la vida al lado de su princesa. Al fin podría ser feliz.

Alertada por todo el ruido la joven salió de la casa para ver que sucedía. El duende se acercó a ella para darle la gran noticia pero cuando la chica lo vió sus ojos se abrieron de par en par, su tez se tornó blanca y un grito medio ahogado invadió el ambiente. “¡¡Aléjate de mí, bestia inmunda, aléjate!!” gritaba ella mientras corría perseguida por el duende que no comprendía lo que sucedía. Ella corrió dentro de la casa totalmente fuera de control. Lo que el duende no sabía era que en el delicado estado en el que se encontraba la mente de su princesa la visión del duende había terminado por romper su cordura. Ella logró encerrarse en la habitación mientras él aporreaba la puerta intentando hablar con ella que solo repetía que se fuera de allí y no le hiciera daño.

Entonces tras la puerta el sonido de un cristal cayendo al suelo, el simple sonido del llanto de la joven y de pronto el silencio. Temiendo lo peor el duende consiguió forzar la puerta y entrar en el cuarto pero demasiado tarde. Su princesa yacía inerte en el suelo con la sangre brotando de su precioso cuello que se había rajado con los cristales rotos de su espejo de mesa.

En ese momento el duende comprendió que el precio por traicionar a la bruja no era la tortura de la chica sinó sumir el amor que ella sentía por él en el olvido.

El llanto con el que el duende rompió el silencio de la noche fue tan desgarrador que todavía aún puede oírse su eco en la noche. Fin.



Dedicado a la princesa que mejor inspira a este duende.

martes, 13 de marzo de 2012

Noche de hielo

Cada vez más rápido. Las ramas y las gotas de lluvia pasan cerca de mí a gran velocidad como agujas negras y azules tras el oscuro fondo del bosque nocturno. Te tengo cerca, te huelo, te oigo, te siento. El terror con el que has atormentado el valle con meses de sangre y desesperación se torna ahora furia. La furia del hombre al que le has arrebatado una vida. Y ahora ni los látigos del infierno podrán hacerte correr para huir de mi fusil. Lleva meses buscándote, lleva meses persiguiéndote. Eres mío y suyo.
Una señal. No oigo tu jadear. Me paro y bajo del caballo. La frondosidad de los árboles no me dejan ver el cielo, aunque no hay mucho que ver con la tormenta que arrecia a cada paso que doy dentro del bosque.
Ahí estás. Negro como el azabache, musculosos rasgos, expresión terrible. En mi vida de cazador jamás he visto un lobo como tú, ni lo volveré a ver.
Lo que viene es fácil. Me coloco en posición, empuño firme el fusil y apunto. Respiro el frío aire que entra caliente en mis pulmones, siento la lluvia a mi alrededor tapando casi cualquier sonido. Aprieto el gatillo y el arma suelta su mordedura de fuego y plomo. Alcanzo a ese mal nacido en la pierna, pero no huye. Se gira hacia mí y me clava sus ojos amarillentos y sus negras pupilas.
Le devuelvo la mirada desafiante. Esta vez no te dejaré escapar y lo aceptas. Cargo de nuevo el arma, apunto y... Algo va mal. El aire entra frío en mis pulmones helando mi ser y mi alma. El sonido de la lluvia desaparece. No tapa los demás sonidos porqué nada más suena. Me rodea un gran vacío que me desespera y me aterra. No soy dueño de mi cuerpo que yace inmóvil mientras un sudor frío recorre mi blanca piel, morena hace solo unos instantes.
Y lo oigo. el susurro más aterrador recorre mis oídos. No tengo ni idea de que me dice pero siento como devora mi alma con su voz rota y aguda. Siento que todo termina aquí.
O no. De pronto todo se desvanece. El aire vuelve a calentar mi cuerpo, la lluvia ruge de nuevo, soy dueño otra vez de mí.
Mi caballo no está. Él ha conseguido lo que yo no, huir. Ahora me da igual. Él sigue delante de mí. Ahora se gira para emprender de nuevo la fuga. No te escaparás.
Sigo tras él pero hay algo que no me encaja. Voy a pie pero no me saca ventaja. No huyes de mí ¿Donde me quieres llevar? Que sea ahí donde caigas muerto.
Lo pierdo unos instantes y llego a un claro. Él está frente a mí, sentado y cabizbajo. Su puesto de arrepentiemiento no me frena. empuño el fusil y apunto. Justo antes de soltar el disparo lo veo, en el suelo. Cuerpos sin vida adornados por ojos y expresiones vivas de horror. Sus caras desencajadas muestran el terror y el dolor de la tortura que sufrieron antes de morir agonizantes ¿Qué clase de animal se comporta así? Y lo comprendo. Le miro. Él levanta la mirada y me mira con expresión de lástima. No eras tú. Tú los cazas, ella los ejecuta. Tienes una dueña muy lista. Demasiado lista.
El aire vuelve gélido dentro de mí. Siento todo detenerse de nuevo. El olor del bosque mojado por la sangre invade mi cabeza. El agudo y roto susurro de desesperación vuelve y esta vez es claro: “Todo aquel que conoce mi secreto, ha de morir”. La huelo, la oigo, la siento.
Comprendo que es el final, pero no hay paz. Solo el sentir de un aliento frío como el hielo llega suave a mi cara. Todo se vuelve oscuro. Todo termina, el horror perdura.

domingo, 11 de marzo de 2012

Antes de almorzar

-1-

Tres amigos miran des de la barra a su alrededor. De pronto uno de ellos, el que se encuentra en el medio fija su mirada en algo o alguien. El de su izquierda pregunta:

  • Que poco prometedor ¿Algo decente por vuestro lado?

  • Por aquí no, aunque parece que este ya ha finiquitado.

  • ¡¿Ya?! ¿Como lo haces?

  • ¿Te refieres a encontrar a la mujer perfecta?

  • No, me refiero a ver todo lo que no te vas a comer.

  • Que te follen.

  • Esa es la idea. Va, ¿cual es?

  • Al lado de la columna, camiseta blanca.

  • No está nada mal ¿Y a esta la mirarás toda la noche o para variar le dirás algo?

  • En serio, tocaos un poco antes de salir de casa. Estáis insoportables.

  • Va, que estamos de coña... espera, ¿está mirando?

  • Y podríamos apostar a que me está sonriendo.

  • ¡Venga, no me jodas!

  • Pues nada, parece que la dama ha elegido.

Sin dejar de apartar la mirada de aquellos ojos que lo atraparon antes incluso de que su propietaria se percatara de que él existía se prepara para el cortejo.

  • Apuesta, ¿Como crees que terminareis?

  • No lo sé. Ya veremos, no?

Y se aleja de los otros dos tras un guiño y la sonrisa del que se aventura sin nada que perder ya que va sin nada que apostar. Algo más propio de un perdedor que de un mediocre.

Tras llegar a ella el recuerdo funde en oscuro justo para censurar el primer beso entre sonrisas de picardía.

-2-

Tanta luz me molesta incluso con los ojos cerrados. Estoy agotado, tengo la boca áspera y las piernas pueden pero no quieren responderme. Ha sido una buena noche.

Levanto un poco la cabeza y la veo de espaldas. Solo lleva las puestas las bragas y está agachada mirando algo en el ordenador ¡Joder, como odio eso! Una noche más que buena para ambos, una noche más que ruidosa para ambos, una noche más que dolorosa para ambos ¿Porque romper el perfecto epílogo de despertar junto a un cuerpo deseable, deseado y desnudo que te rememora de un solo golpe ese sueño de una noche, que más da la estación?

¿Porque diablos me lo pregunto en este momento?

Ya he perdido la cuenta de los meses que llevamos así, entre mensajes, conversaciones más que censurables, aunque no por ello menos bonitas (a veces) y encuentros más furtivos que encuentros. Resultaba en cierto modo soportable, en ocasiones divertido.

-3-

Esta clase de cosas le desconcertaban, y tener esa clase de sueños recordando no ayudaban demasiado.

Su vida gozaba de ese equilibrio tan especial entre pasar las horas enfrascado en una vocación y una agotadora rutina que no parecía mermar jamás. Nunca te acostumbras a estas cosas, y menos solo.

Pero no era eso lo que les estaba preocupando en ése momento. No sabía realmente que le inquietaba. No tenía claro si dudaba más sobre los siguientes meses de su vida o sobre el almuerzo de aquel día.

Es muy jodido tener ganas de saber pero no tener ni idea de lo que quieres saber. A pesar de esa paja mental se repitió para si mismo la mantra de su vida:

-4-

!Que coño¡, pensé. Cuando tenga la respuesta ya decidiré si me interesan más los meses que vendrán o el almuerzo.

  • Buenos días – Sueno mucho menos despierto de lo que creía estar.

  • Buenos días, dormilón – Gracias por saludar sin apartar los ojos del ordenador. Un placer hablarle a tus bragas.

  • Me estaba preguntando.

  • Dime.

  • ¿Ahora que?

Se para, se incorpora, se gira, apoya su precioso culo en el escritorio mientras busca en el techo la respuesta con un gesto a la par divertido y adorable. Al fin sonríe, me mira entre divertida y pícara y responde:

  • No lo sé. Ya veremos, no?

No puedo pedir mucho más. Tras una noche rememorable no ni idea de lo que depara mi vida y todavía menos el almuerzo, pero me encanta.

Uf, como me duelen las rodillas al levantarme. Tras una obligada parada al lavabo para poder empezar a ser persona regreso a la habitación y la veo como busca su sujetador. Sonrío. No se ni que me depara este día, pero se lo que me apetece antes del almuerzo.

domingo, 10 de octubre de 2010

Hasta que deje de ser gracioso

Este post será un punto más personal que de costumbre, así que advertimiento a todas las susceptibles sensibilidades.
En el programa que emitimos mi equipo y yo vía internet, Digues la Teva, hemos tenido una semana complicada.
Una mezcla de percances técnicos y problemas de coordinación entre nosotros han llevado la situación a un punto complicado. Esto me ha llevado a tener que tomar cartas en el asunto y ejercer de director con autoridad relativa, algo que he evitado desdel primer día.
Este hecho me ha llevado a recordar la fantástica obra del guionista Aaron Sorkin, la siempre poco valorada Studio 60 (de la que podeis saber más grácias al blog TeleDiscreta) donde los productores de un programa de humor deben ejercer dejando la comédia a parte en muchas ocasiones.
Se trata de la situación que todo director de un proyecto divertido y de humor (al menos en su mayoría en el caso del Digues la Teva) teme enfrentarse. Esto le de un gran sentido a la respuesta que el actor británico Edmund Gwenn dió a la pregunta "¿Es duro morirse?": "Sí, es duro, pero no tanto como hacer comedia".
Trabajar en géneros como el terror o el drama no es un juego de niños, pero es más facil asustar que divertir. Un susto puede hacer que te cagues encima dos veces, pero un chiste repetido es Jose Luís Moreno. Y cuando un chiste es carne de Matrimoniadas casi mejor nos dedicamos a los teletiendas.
Es duro hacer comèdia y más teniendo que hacerlo serio. Que Dios nos coja confesados, sobretodo al equipo del Digues la Teva.
La semana que viene prometo volver a colgar un post con chorradas frikis sin contenido.