sábado, 28 de septiembre de 2013

Caí

Me has recibido con nada más que una larga camiseta que cubre hasta la mitad de tus muslos, sobre los que podría estar horas hablando y aún más tiempo degustándolos.
Aunque no han sido tus piernas lo primero en ser probado por mis deseosos labios.
Me has hecho pasar y te has girado. En ése momento, y tras cerrar la puerta te he cogido por la cintura desde atrás y he besado tu cuello y tus orejas.
Me lleno de tu olor mientras mis manos recorren tu cuerpo sin pararse en ningún sitio aún. Como por accidente levanto tu camiseta y mis manos no pierden el tiempo a agarrar tus pechos, acariciarlos y endurecer entre mis dedos tus deliciosos pezones.
Giras tu cabeza y nos devoramos la boca con hambre casi animal. Tus labios y tu lengua me enloquecen.
Escapas de mi presa y te metes en tu habitación. Te sigo y el espectáculo que me encuentro me hiela entero y me enciende por dentro.
Encima de tu cama, desnuda y con las piernas abiertas de par en par. Acaricias tu cuerpo, sabiendo que eso me pone animal. Eres puro morbo.
Abres tus piernas y te empiezas a masturbar suavemente mientras me miras y observas también como me está excitando este espectáculo matutino.
Me relamo los labios viéndote y tu me preguntas “¿No tienes hambre, mi amor? Pues devórame”. No lo pienso ni un segundo más. Ese segundo es el tiempo que tardo en llegar entre tus piernas y hundirme en tu dulce y ansiado coño. Tu precioso y delicioso sexo que como, muerdo y lamo como si no hubiera otra mañana en la que desayunarte. Me impregno de su sabor y su olor, como si fuera la última vez que lo gozaré. 
Mi lengua sigue penetrando tu cuerpo y degustando las mieles de tu delicioso coño, que devoro con frenesí. 
Sin duda los efectos de mi voracidad ya empiezan a notarse. Aprietas mi cabeza con piernas y manos, mientras tus jadeos se tornan gemidos que piden más y más mientras te corres sin tregua y de forma explosiva. No aparto ni un centímetro mi boca de tu húmedo sexo, degustando ahora tu orgasmo con sed voraz.
Una vez terminado el éxtasis, me agarras del cuello, me subes y me dejas sin aire con el beso más animal, salvaje y hambriento que recuerdo. 
Tras un jadeante suspiro, me pides que te lo haga, que te folle como lo hice anoche. Asumido mi nuevo rol en este nuevo mundo, te cojo y te pongo encima de mí. “No, tú me vas a follar a mí”. Sonríes maliciosa. Te encanta que te dé el control, que te de el mando y sea tuyo sin reservas.
Me tumbo, te pones encima de mí, y sin más preámbulos abres tus piernas y te montas encima de mi ya muy dura polla, que te desea tanto como te deseo yo.
Te dejas caer. Tras mi devorada, tu coño está húmedo y abierto, y te penetras sin dificultad hasta el fondo. Me estremezco al sentirme dentro de ti. Cálida y húmeda, empiezas un vaivén que me enloquece. 
No hay previas, no hay calentamiento. Te mueves con soltura, cada vez más salvaje. Pones tu mano en mi nuca y me levantas, mientras tu otra mano sujeta tu pecho que me ofreces para que beba de él. Meto tu pecho entero en mi boca y lo saboreo. Delicioso y deseoso, lo lamo y chupo. Endurezco tu pezón con mi lengua. 
Todo sin dejar de golpear tu cuerpo con el mío con dureza, con fuerza. Siento cerca el orgasmo y eso acelera mis caderas.
Conoces mi cuerpo mejor que yo mismo y aceleras tus caderas para hacerme estallar. No deseo el orgasmo aún, pero tú quieres hacerme correr ya, solo por el poder de saber que me controlas. No puedo hacer nada contra ese poder, nada.
El éxtasis se acerca y lo aviso entre gemidos “Me voy a correr”. Jadeando y con una voz melosa y llena de lujuria me susurras “Hazlo. Córrete dentro de mí”. No necesito más. Tras escuchar esa frase, estallo sin remedio y entre espasmos y gemidos lleno tus entrañas de mi orgasmo. 
Quedo tumbado y rendido en la cama, y tú, preciosa y desnuda, encima de mí. Me parece bien.

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