jueves, 15 de marzo de 2012

El Llanto del Duende

Podría decirte que este cuento va sobre una chica como tú, risueña, tierna y con unos ojos que te hielan mientras ardes por dentro, pero no. Este cuento va sobre un duende cuyas travesuras pasadas le hacen pagar un precio demasiado alto.

Estamos en un pequeño pueblo del centro de la España medieval, cerca de la villa de Madrid. Rodeado de frondoso bosque y con solo un camino que lo atraviesa este pequeño pueblo dispone sus casas muy cercanas entre si. Como si sus habitantes se agolparan unos encima de otros para huir del horror y el misterio que ocultan los árboles.

Pero no todas las casas están amontonadas. Apartada del bullicio casi urbano del pequeño pueblo se halla una antigua granja en la que vive una hermosa joven.

Silenciosamente apartada de unos vecinos que recelan de su pasado goza de la vida sencilla y afortunada tras la terrible devastación sufrida.

Siendo una niña la guerra le arrebató a su padre y años más tarde fue la Peste quién apartó de su lado a su hermano y a su madre. Tras quedarse sola la muchacha fue víctima de algo sorprendente: ni hambre ni enfermedad la volvieron a afectar. Si enfermaba una noche volvía a estar fresca como una flor por la mañana, si el pueblo sufría hambruna ella tenía el granero lleno, si la sequía devastaba las tierras su pozo jamás se secaba.

La gente del pueblo sospechaba de ella. Algunos decían que tenía poderes, otros que era una bruja protegida por el Diablo. Y lo cierto es que estaba protegida, pero no por el Diablo sino por un duende.

Los duendes son seres esquivos que no gustan de tratar con humanos, pero este era diferente. Oculto entre los árboles la observaba, se deleitaba de su belleza que le fascinaba y a la vez le aterraba. Verla sonreír era el único consuelo que este duende tenía en el pasar de sus días.

Durante su juventud el duende fue extremadamente travieso, malvado en algunas ocasiones. Molestaba a humanos y criaturas del bosque por igual. Su exceso de alegría incontrolada le acabó llevando a la desgracia.

Una oscura noche las travesuras del duende se cruzaron con una terrible bruja. Desatada en ira y cólera la bruja maldijo al duende y lo condenó a mil años de desgracia, horror y esclavitud. Des de aquel día el duende jamás volvió a sentir el menor resquicio de alegría. Su corazón dejó de palpitar caliente para dejar paso a un gélido latido de dolor. Hasta que ella apareció y como una manta cálida sintió un impulso por toda la espalda que le recordó que un día fue feliz. Ella era su única prueba de ello.

Cuando la bruja se enteró de la fantasía del duende tuvo claro que debía terminar con aquello. Para poner a prueba la lealtad del duende le mandó desangrar a la muchacha lentamente hasta matarla con excusa de un ritual.

El duende no tuvo más remedio que aceptar el mandato pero al hallarse delante de la figura de ella todo el valor para la tarea cedía a la ternura y a la pasión por aquella criatura. Eso no agradó nada a la terrible bruja, que llena de furia decidió vengarse del duende por su insolencia.

Una noche en la que las malas cosechas atacaron el pueblo el duende lo dejó todo para cuidar a la chica. Mientras llenaba amparado por la oscuridad y el sueño de su amada el granero de provisiones la bruja despertó mediante sus artes a la muchacha y la encaminó hacia el granero. Cuando ella llegó, sin comprender como lo había hecho se dió cuenta que no estaba sola. Escondida entre sacos espió al pequeño duende y comprendió que él era el responsable de que jamás le faltara de nada.

Cuando el duende se percató de su presencia se quedó helado. El pánico se apoderó de él y cuando esperaba gritos y violencia la chica se abalanzó sobre él y lo abrazó. Entre mimos y gratitudes el duende creía morir de alegría. Otra vez volvía a sentir ese calor, otra vez volvía a sentir vida.

Creyendo haber desmantelado el plan de la bruja para desgraciar más su vida el duende disfrutó esas semanas cuidando de su amada ahora con la bendición de esta que lo mimaba y le demostraba su cariño. Pero tras la resplandeciente luz se hallaba la sombra de la oscuridad.

Una noche el duende salió al bosque a por leña para su princesa que aguardada en su habitación leyendo un libro de cuentos regalo del duende. En un momento dado la muchacha empezó a oír ruidos en el sótano. Bajó rauda esperando encontrar a su duende cargando el sótano de leña. Pero cuando llegó abajo lo que encontró fue una imagen que la devastó: En el suelo estaba el cuerpo de su hermano completamente desfigurado por la enfermedad y con la expresión más aterradora de dolor y horror. La chica sintió su corazón helarse y sus pensamientos romperse en mil pedazos por el terror.

Cuando el duende volvió a la casa se encontró a su amada rota de dolor y en mar de lágrimas. Tras unas horas consiguió calmarla y meterla en la cama para que descansara, pero una vez más las imágenes de tormento volvieron a la mente de ella. Escenas de horror inimaginables. La visión de su padre caer torturado en medio de la vorágine de la guerra golpeaban y amenazaban la ya delicada cordura de la joven.

El duende desesperaba sin saber como remediar ese dolor hasta que al fin comprendió. En mitad de la noche apareció la bruja para jactarse de su obra. El duende le suplicó que parara, que aceptaría pagar el precio que fuera por su insolencia. La bruja le miró sonriente y dijo “ya estás pagando por ello” y se desató en una terrorífica carcajada. El duende, lleno de ira se abalanzó sobre ella empuñando su cuchillo pillándola por sorpresa. Hundió la hoja en el corazón de la desalmada mujer y en ese momento ella le miró a los ojos y con su último aliento dijo “paga ahora todo el precio por tu traición” y acto seguido se desplomó muerta en el suelo.

El duende sintió alivio. Al fin podría disfrutar la vida al lado de su princesa. Al fin podría ser feliz.

Alertada por todo el ruido la joven salió de la casa para ver que sucedía. El duende se acercó a ella para darle la gran noticia pero cuando la chica lo vió sus ojos se abrieron de par en par, su tez se tornó blanca y un grito medio ahogado invadió el ambiente. “¡¡Aléjate de mí, bestia inmunda, aléjate!!” gritaba ella mientras corría perseguida por el duende que no comprendía lo que sucedía. Ella corrió dentro de la casa totalmente fuera de control. Lo que el duende no sabía era que en el delicado estado en el que se encontraba la mente de su princesa la visión del duende había terminado por romper su cordura. Ella logró encerrarse en la habitación mientras él aporreaba la puerta intentando hablar con ella que solo repetía que se fuera de allí y no le hiciera daño.

Entonces tras la puerta el sonido de un cristal cayendo al suelo, el simple sonido del llanto de la joven y de pronto el silencio. Temiendo lo peor el duende consiguió forzar la puerta y entrar en el cuarto pero demasiado tarde. Su princesa yacía inerte en el suelo con la sangre brotando de su precioso cuello que se había rajado con los cristales rotos de su espejo de mesa.

En ese momento el duende comprendió que el precio por traicionar a la bruja no era la tortura de la chica sinó sumir el amor que ella sentía por él en el olvido.

El llanto con el que el duende rompió el silencio de la noche fue tan desgarrador que todavía aún puede oírse su eco en la noche. Fin.



Dedicado a la princesa que mejor inspira a este duende.

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