martes, 13 de marzo de 2012

Noche de hielo

Cada vez más rápido. Las ramas y las gotas de lluvia pasan cerca de mí a gran velocidad como agujas negras y azules tras el oscuro fondo del bosque nocturno. Te tengo cerca, te huelo, te oigo, te siento. El terror con el que has atormentado el valle con meses de sangre y desesperación se torna ahora furia. La furia del hombre al que le has arrebatado una vida. Y ahora ni los látigos del infierno podrán hacerte correr para huir de mi fusil. Lleva meses buscándote, lleva meses persiguiéndote. Eres mío y suyo.
Una señal. No oigo tu jadear. Me paro y bajo del caballo. La frondosidad de los árboles no me dejan ver el cielo, aunque no hay mucho que ver con la tormenta que arrecia a cada paso que doy dentro del bosque.
Ahí estás. Negro como el azabache, musculosos rasgos, expresión terrible. En mi vida de cazador jamás he visto un lobo como tú, ni lo volveré a ver.
Lo que viene es fácil. Me coloco en posición, empuño firme el fusil y apunto. Respiro el frío aire que entra caliente en mis pulmones, siento la lluvia a mi alrededor tapando casi cualquier sonido. Aprieto el gatillo y el arma suelta su mordedura de fuego y plomo. Alcanzo a ese mal nacido en la pierna, pero no huye. Se gira hacia mí y me clava sus ojos amarillentos y sus negras pupilas.
Le devuelvo la mirada desafiante. Esta vez no te dejaré escapar y lo aceptas. Cargo de nuevo el arma, apunto y... Algo va mal. El aire entra frío en mis pulmones helando mi ser y mi alma. El sonido de la lluvia desaparece. No tapa los demás sonidos porqué nada más suena. Me rodea un gran vacío que me desespera y me aterra. No soy dueño de mi cuerpo que yace inmóvil mientras un sudor frío recorre mi blanca piel, morena hace solo unos instantes.
Y lo oigo. el susurro más aterrador recorre mis oídos. No tengo ni idea de que me dice pero siento como devora mi alma con su voz rota y aguda. Siento que todo termina aquí.
O no. De pronto todo se desvanece. El aire vuelve a calentar mi cuerpo, la lluvia ruge de nuevo, soy dueño otra vez de mí.
Mi caballo no está. Él ha conseguido lo que yo no, huir. Ahora me da igual. Él sigue delante de mí. Ahora se gira para emprender de nuevo la fuga. No te escaparás.
Sigo tras él pero hay algo que no me encaja. Voy a pie pero no me saca ventaja. No huyes de mí ¿Donde me quieres llevar? Que sea ahí donde caigas muerto.
Lo pierdo unos instantes y llego a un claro. Él está frente a mí, sentado y cabizbajo. Su puesto de arrepentiemiento no me frena. empuño el fusil y apunto. Justo antes de soltar el disparo lo veo, en el suelo. Cuerpos sin vida adornados por ojos y expresiones vivas de horror. Sus caras desencajadas muestran el terror y el dolor de la tortura que sufrieron antes de morir agonizantes ¿Qué clase de animal se comporta así? Y lo comprendo. Le miro. Él levanta la mirada y me mira con expresión de lástima. No eras tú. Tú los cazas, ella los ejecuta. Tienes una dueña muy lista. Demasiado lista.
El aire vuelve gélido dentro de mí. Siento todo detenerse de nuevo. El olor del bosque mojado por la sangre invade mi cabeza. El agudo y roto susurro de desesperación vuelve y esta vez es claro: “Todo aquel que conoce mi secreto, ha de morir”. La huelo, la oigo, la siento.
Comprendo que es el final, pero no hay paz. Solo el sentir de un aliento frío como el hielo llega suave a mi cara. Todo se vuelve oscuro. Todo termina, el horror perdura.

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