jueves, 15 de marzo de 2012

No lo puedo creer.

No me lo puedo creer. Al fin la tengo delante y el espectáculo es sublime. Pierdo el tiempo intentando contar las noches que mi alma se estremecido por esos ojos.
Horas y horas de texto escrito mientras ella saltaba juguetona entre las líneas que no eran mías, eran suyas. Y por fin la tengo delante y dispuesta a hacerme subir al cielo, donde se que me hará subir.
Acerco mi mano a su hombro desnudo y me detengo un instante antes de tocarla, eternizando ese segundo por el miedo a no ser digno de tocarla. Pero lo hago y el tacto de su piel eriza la mía de la misma forma que se lo provoco a ella con mis caricias.
No puedo esperar ni un segundo más y la beso profundo pero muy tierno. Un equiliprio que solo puede salir de la desesperación y el deseo por saborear cada instante.
Su pasión me corresponde y toda la delicadeza de los primeros segundos se desvanece en un beso de deseo y ansia, pero no dejamos que nos consuma. Tengo ante mi el cuerpo desnudo de una mujer que es casi como una diosa y no pienso perder el control.
La beso. Me tomo mi tiempo. De sus labios perfectos a su cuello. De su cuello a sus preciosos pechos, perfectos, deliciosos, el paradigma del deseo que recorro sin prisa, saboreando cada centímetro y haciendo que se estremezca de impaciencia.
De sus pechos a su vientre, y tras pasar el umbral de su ombligo me pierdo entre sus piernas y desato en ella el frenesí, el deseo, el juego, la pasión. En definitiva, el placer.
No saldría de ese paraiso jamás. Bucearía en ella probando las mieles de su placer sin dejar de deleitarme con ellas. Es perfecta.
Noto como tensa su cuerpo, arquea la espalda y posa sus manos en mi cabeza para que no abandone mi tarea a las puertas del cielo, y no abandono. Extasiada me mira entre tierna y desatada. Nunca me canso de esos ojos ni de esa mirada.
Nos fundimos en un beso que es casi todo pasión. Ha llegado el momento. Va a ser mía y yo suyo. Sin remediarlo ya he caído y de aquí no quiero salir. La deseo.

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